Burn After Reading

(08.02.08)

2008

Dir. / Matt Reeves

Prot. / Michael Stahl-David, Lizzy Capian, T.J. Miller.

Estando cerca la partida de un joven rumbo a Japón, un grupo de amigos organiza una fiesta sorpresa para despedirlo, en la cual malentendidos y conflictos sentimentales salen a la luz, sin embargo, todo queda interrumpido por el sorpresivo y devastador ataque de un monstruo gigantesco, que siembra el terror en la ciudad de Nueva York, derribando todo lo que se lo pone enfrente. La situación será captada desde los ojos del grupo, por medio de una cámara de video, mientras tratan de salvar su vida.

Hay que aplaudir la labor publicitaria que promocionó la nueva producción de J.J. Abrams. Fotos y videos filtrados en internet, todo cuidadosamente pensado para no mostrar más información de la necesaria. En fin, un catálogo de recursos usados para llenar de expectativas a la audiencia, atrayéndola más por lo que no se ve, que por lo que se muestra. Objetivo logrado y vaya que con creces. Cloverfield lideró la taquilla en Estados Unidos en su primer fin de semana, con más de 50 millones de dólares de recaudación, demostrando una vez más la capacidad del creador de Lost para llegarle al público por donde mejor sabe.
Ahora bien, el problema de este tipo de publicidad es que las grandes expectativas creadas para este tipo de obras generalmente se van al traste cuando las vemos. Desgraciadamente éste ha sido uno de los problemas más recientes dentro del cine comercial. Se ha hecho un mal hábito el hablar más de las películas antes, que después de vistas, y esto le pasa a Cloverfield, un filme en general entretenido, pero fácilmente olvidable.

El principal problema es la falta de un argumento cinematográfico sólido, que fundamente una historia significativa. Al igual que la gran mayoría de películas de su género dentro de la historia reciente, basa su potencial en el despliegue de efectos visuales espectaculares que busquen crear un impacto en el público, sin embargo, este método se ha vuelto contraproducente, pues ha dejado de impresionar a la audiencia, que se ha acostumbrado a ver siempre más de lo mismo.

Aunque la película no llega a la hora y media de proyección, la fiesta introductoria es demasiado larga (casi 20 minutos) para una película tan corta. Si con esto se buscaba profundizar en los personajes, no se logra, debido a un guión francamente pobre, y que en algunos casos en lugar de acompañar la tensión de la situación, la arruina con frases intrascendentes y de un humor muy bobo. El resultado de esto son unos personajes acartonados y chatos. Nunca encontramos una justificación para que el portador de la cámara siga filmando, incluso durante crisis en los que nadie seguiría grabado. Dado que muchas interrogantes se quedan en el aire, y que la película no se preocupa por resolverlas, todo se rebaja a un simple espectáculo de monstruos, fuego y explosiones.

A pesar de esto, no se pueden negar las cualidades de Cloverfield. El director Matt Reeves despliega toda clase de recursos disponibles para dotar a la película del mayor realismo posible, juega con el ansia del espectador y logra algunas escenas interesantes. Los efectos visuales no dejan de ser espectaculares y están a la altura de las películas del género, mientras que el joven reparto cumple con actuaciones decentes. Particularmente es de resaltar la notable puesta en escena, que tiene la virtud de recrear con veracidad a una Nueva York caótica y desolada por el paso del monstruo.

En conclusión, un producto que prometía mucho por la publicidad que lo antecedió y que se queda muy corto en sus aspiraciones como película, dejando como resultado un film que divierte desde el punto de vista comercial y de espectáculo, pero que no quedará en la memoria por mucho tiempo, por lo hueco, simplón e intrascendente de su esqueleto.