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Los retos

Ejercer el periodismo en un país como en México no es fácil, sino todo lo contrario, se trata de una labor loable y que lejos de practicarse con tranquilidad es una profesión de alto riesgo. Nuestro país se situa en el no muy honroso primer lugar en cuanto a inseguridad para periodistas, lamentable.

¿Retos? muchos e innombrables en su totalidad, pero tomando sólo una muestra del enorme oceano de aguas turbias en el que nuestros periodistas maniobran, podríamos mencionar uno de los principales causantes que es la corrupción, que desgraciadamente ya ha sido tomada como parte de la idiosincrasia del mexicano, lo cual es vergonzoso, los conflictos de interés entre corporaciones, empresas nacionales, extranjeras y el poder político, la ola de violencia generada por el narcotráfico y el crimen organizado, etc. Sin duda que se trata de aguas bastante peligrosas que pueden hacer zozobrar a los periodistas mexicanos, o hacerlos parte de una estructura practicamente inamovible y que se rige en favores, propaganda barata y tergiversación de los hechos en pro de ciertas ideologías o campañas mediáticas.

Sin un respaldo confiable del poder estatal en cuanto a la transparencia en la información y la seguridad en la libre expresión, será imposible que el periodismo se ejerza sin restricciones ni amenazas de ningún tipo, situación utópica en nuestros días, señal inequivoca de los manejos sucios de un gobierno sin credibilidad alguna.

Otra asignatura pendiente es la toma de un compromiso total de periodista respecto a su acción como agente de información y cambio social, misión pervertida por la publicidad y la propaganda que se han vuelto la razón de ser de muchos diarios familiares que velan por sus intereses y los de sus allegados; desgracidamente en México el periodismo no goza de independencia y la información presentada siempre está regida bajo una lista de intereses que no pueden ser transgredidos so pena de perder el empleo, o hasta la vida.

El narcotráfico se ha hecho desde hace un tiempo de los hilos del país, siendo el sostén de gran parte de la economía, especulando que un 70% del dinero que maneja el Estado de forma legal, tiene procedencia ilícita que señala al tráfico de drogas, cifra escandalosa que cimbra en los ideales de periodistas jóvenes que prefieren cambiar de profesión antes que provocar al gigante sin correa que no acepta bromitas de ningún tipo, eliminando a quien le plazca y sin que el mismo gobierno pueda meter las manos en defensa de cada martir.

Amarillismo, tráfico de influencias, manipulación mediática, alienación, falta de credibilidad, pérdida de los principios fundamentales, el periodísmo actual se tambalea entre muchos males que atentan con desmenuzar la labor de llevar la información a las masas, pero en México pareciera que no tenemos salvación, ya que hay problemáticas que ya no dependen del periodista sino de un entorno reacio a dejar trabajar al reportero ¿estaremos acaso condenados?

¿Objetivos?

Javier Darío Restrepo retoma el tema de la objetividad periodística, basado en el memorandum de A.M. Rosenthal para los periodistas de The New York Times, imperando la búsqueda de la objetividad por parte de los miembros del diario, lo más humanamente posible, a lo cual surge por enésima vez ma pregunta ¿es posible lograr la objetividad total en el periodismo?

Númerosos códigos no sólo exhortan, sino exigen la objetividad del reportero a toda costa, sin embargo del otro lado de la moneda, los cazadores de la noticia se saben incapaces de lograrlo y refutan la idea de que es posible ser objetivos, en el sentido estricto de la palabra.

Si bien la existencia de una realidad ineludible existe, el hombre se ve incapacitado para conocerla en su expresión pura, ya que como dijo Heráclito, no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, pues sus aguas a cada instante se renuevan, caso aplicable al periodista, el cual toma una porción de los hechos y los interpreta, siempre al margen de otros enfoques por parte de colegas y superiores quienes se encargan de corregir, enriquecer o censurar esta interpretación, dejando cómo resultado no una pieza de realidad, sino una interpretación afectada por muchos factores subjetivos.

Este desenmascaramiento de la obsevación objetiva hace imposible seguir la teoría al momento de practicar el periodismo, o cualquier otra actividad del ser humano. Ni siquiera la impersonalidad pretendida por muchos periodístas es tratada como un aliciente de objetividad, dado que el mismo afán de separar el "yo" de la noticia se transforma en una mera ilusión de realidad pura, dada su pretención en sí.

Antes que buscar la objetividad, el periodista tendría que lograr un compromiso con su profesión, defendiendo un punto de vista y dando opinión, que analiza y concluye. Estos periodistas llevan la ventaja por encima de los que siguen ufanos en conseguir una objetividad que achata, deslinda responsabilidad y no busca ir más allá de la superficie de los hechos.

Una salida al problema la representaría la busqueda de la intencionalidad, urgando en los propósitos y causas de los hechos, buscando una mejor y más profunda interpretación de la realidad para formar una opinión sólida y útil para el público.

Todo esto nos lleva a la búsqueda del equilibrio periodístico entre la imparcialidad y el compromiso para con el bien social, ya que desbalancearce hacia la objetividad o la intencionalidad pervierte al periodista y enceguece a las masas.

El Periodismo Herido

Muy crítica es la visión sobre el periodismo actual que se tiene en el libro El periodismo herido, obra española que no deja títere con cabeza en la señalización de motivos, culpabilidades y consecuencias respecto al cinismo de los grupos mediáticos emblemas de la nación ibérica, en cuanto a su compromiso con el periodismo verdadero.

Muchos son los puntos tocados, los cuales no pierden universalidad a pesar de ser críticas a diarios y corporativos españoles, dado que se trata de fenómenos que podrían ocurrir en cualquier sitio donde el periodismo funge como negocio, o sea en todos lados.

Desde errores de redacción y gramática, provocados por el avance tecnológico y el salteamiento de pasos en el proceso productivo de la noticia, hasta señales inequívocas de manipulación informática, el periodismo actual está lleno de tumores malignos, los cuales no siempre son diagnosticados mientras crecen y crecen, sin una solución aparente.

El enfoque empresarial de los diarios hace que inevitablemente se cree un enfoque de negociación, estabilidad económica y progresivas expansiones, como toda compañía. Estas prioridades rebasan el espíritu periodístico y lo convierten en un producto a merced de las circunstancias, ventajas y amenazas, siempre buscando la conveniencia hacia la empresa propietaria del periodico, noticiero o programa radial. El periodismo ha sido secuestrado por empresarios, quienes buscan la utilidad máxima, la mayor audiencia a costa de llenar páginas con desnudos atrayentes, columnistas pagados para mantener la imagen de la empresa limpia ante el público con sus "opiniones contundentes", estrechar lazos de protección con altos mandatarios enterrados hasta la cabeza en corrupción, pero con las manos alzaditas, bien limpias, textos sensacionalistas, repetitivos y pretenciosos, en fin un sinnumero de malignos tumores, que están matando al periodismo y con el a la posibilidad de alcanzar la libertad a través de la verdad.

¿Hay solución para una profesión que agoniza entre favores políticos y pactos de poder y negocios? Todavía queda la ligera esperanza, apoyada en los diarios que se mantienen al margen de estos delitos periodísticos, pero un papel importante lo tiene la sociedad, la cual a fin de cuentas consume y tiene el derecho a señalar culpables y exigir cambios, pero que en lugar de eso consiente y aprueba la colocación del pañuelo sobre sus ojos.

Enfoques

Dado el caracter ideológico de las emisoras estadounidenses, patriotico, capitalista, a menudo sensacionalista, las noticias que llegan desde el otro extremo del mundo, en el medio oriente suelen tratarse de forma muy peculiar, formando una visión muy identificable del norteamericano, pegando de paso en sus vecinos del sur...

La conversión al cristianismo por parte de una pareja de ex-musulmanes, Mohammed y Amedida, creó una bomba mediática respecto a las represalias que este par de egipcios tendrían que soportar por vivir en una nación islamita hasta el tuétano, caracterizada por su fundamentalismo que llega a rayar en el extremo. Este tipo de situaciones le vienen como anillo al dedo a las televisoras gringas, las cuales tienen todo a su favor al dar a conocer una derrota de corte simbólico, del islam frente al cristianismo occidental, el cual suele llegar a tomar hasta tintes políticos, dado el choque de creencias entre ambas regiones y el interés de una nación por preservar sus ideologías y desprestigiar a "la competencia".

La historia llega a tomar tintes drámaticos y conmovedores al presentar el testimonio de los nuevos conversos, quienes perdonan a sus progenitores por amenazarlos de muerte, siguiendo el ejemplo de Cristo, lo cual ayudado con un montaje y música aderezados para lograr una nota pegadora, nos estremece y hace maldecir en nuestros adentros a la religión con más adeptos en el globo, siendo incapaces de comprender semejantes mentalidades llenas de intolerancia y extremismo en pleno siglo XXI.

No trato de reducir el dramatismo de la situación que afronta Mohammed, la cual más que delicada y por lo cual su actitud pacifista es más que loable, pero representa el lente con el cual vemos al mundo y concebimos la realidad, el cual comparado con el de los medios en Egipto, los cuales tal vez tomarían esta misma nota como un acto de traición hacia la patria y los más altos valores, es muy contrastante.

El acontecimiento

R E P O R T E D E L E C T U R A

La construcción de la noticia varía de acuerdo a la región y esto se debe a diversos factores como cultura, ideologías, costumbres, tradiciones etc. El acontecimiento es un suceso que ocurre en un espacio y tiempo concreto, caracterizado por ser accidental, singular y difícil de prever, convertidas en noticia por el contexto en el que se encuentre.

Los acontecimientos se dividen en previsibles e imprevisibles, y dado que algunos importan más que otros, se clasifican a su vez en sus niveles de afección:

  • Directamente a la vida de las personas.
  • Plano emocional o ideológico, sin incidir en la vida personal de la persona.
  • Los que no nos afectan por estar fuera de nuestro contexto cultural y/o geográfico.
  • Los que provocan indiferencia.
Un tópico sostiene que los medios constituyen la realidad, o la destruyen. Creer en la hipótesis del periodismo como destructor de lo real obliga a una premisa, creer en lo real. Fragmentar la realidad en trozos pequeños no desmiente la existencia de una verdad objetiva. Este proceso de destrucción periodística se puede sintetizar en la magnitud y potencialización del acontecimiento, destruyendo los hechos.

Una condición esencial para la implantación del acontecimiento es que sea barato para el establishment, pero hay otro sector muy involucrado en la destrucción de los hechos, como lo señala Furio Colombo al decir que "aflora cada vez con mayor frecuencia una referencia a 'lo que la gente pide', 'lo que la gente quiere' una referencia que jamás ayudó al sistema de comunicaciones. El periodismo está en su mejor momento cuando es un asesor independiente del público, no cuando se inclina hacia sus humores".

La crisis de periodismo, de cualquier forma, es perfectamente constatable, y tal vez una de sus raíces más profundas afecte a esta dialéctica entre hecho y acontecimiento, entre razón y seducción, y solo a través del mismo periodísmo se podrá salir de ella, porque el problema principal de la cada vez más anunciada muerte del periodismo es que alguién habrá que contarla con detalle el día siguiente.

Dientes

Dentro de una atmósfera surrealista, llena de luminosa oscuridad y tonos sepia, fueron cayendo uno a uno los dientes de mi boca. Lo que comenzó como un suceso gracioso y con destellos de nostalgia, se convirtió en una inquietante lluvia de molares, colmillos y demás granos de esmalte, cediendo ante el más suave de los movimientos de mi mandíbula, cual hojas que se lleva el otoño, depositándose en mi boca, mientras mi lengua los recorría curiosa desde la raíz hasta el agujero entre los relieves superiores que en otros tiempos desmenuzaron carne y quién sabe que más.

¿Reminiscencias de un futuro inevitable? ¿bofetadas metafóricas? ¿más dosis de ironía hacia mis incisivos? ¿simple travesura mental? Nunca supe por qué se me cayeron los dientes, pero la verdad es que no me importa mucho, hasta confieso que he disfrutado la sensación que produjeron en mi lengua cuando los contuve por unos momentos, jugando con ellos cómo lo hice con el primer diente lácteo caído a causa de aquel polvorón, hace ya algunos años.

No recuerdo bien que hice con mis dientes, tal vez me tragué algunos, después de todo era mi dentadura completa, contenida en mis fauces; creo que tomé unos con mi mano chueca y los examine con la mirada fija, casi hipnotizada. Torcidos, chistosos, un poco picados, amarillentos, quebrados, esos eran mis dientes. Dicen que hasta el pelo más endeble de nuestra nuca delata una parte de nuestro caracter, creo que exageran, pero los dientes... tal vez haya algo en ellos que no conozca, no lo se de cierto, pero igual los miro fijamente, sin saber realmente por qué...

Había una vez un presidente de la nación más poderosa del mundo, quien gustoso de acumular poder y más poder (siendo ya el hombre más poderoso del mundo), manipuló las acciones de sus agencias de inteligencia e investigación con tal de extender al máximo su momento de éxtasis gubernamental.

Dos periodistas de un diario citadino tumbaron su mandato, enviándolo a la caldera del ardor popular.

El film de Alan Paluka plasma los hechos con un pulso narrativo sin prisas pero sin pausas, desde las oficinas de redacción del Washington Post hasta lúgubres estacionamientos subterraneos de la capital estadounidense, mientras los reporteros Carl Bernstein (Dustin Hoffman) y Bob Woodward (Robert Redford) descubren una verdad más crucial de lo que ellos mismos se hubieran imaginado, en torno al allanamiento al edificio Watergate, sede del comité nacional demócrata, por un grupo de republicanos, verdad que repercutaría en última instancia en el rodar de la cabeza del entonces presidente reelecto Richard Nixon.

Las repercuciones de Watergate lo convierten en el mayor escándalo político en la historia de Estados Unidos y refrenda el papel del periodismo como artífice de cambio social y constructor de la realidad.

Tanto Bernstein como Woodward están obsesionados con la historia y en lugar de desistir frente a los múltiples obstáculos y peligros que supone investigar al gobierno, se obsesionan con el asunto, sin saber cual será el descenlace del mismo. Se trata sin duda de una muestra de espíritu periodístico que nos deja varias preguntar respecto al proceder de un reportero por cumplir su trabajo.

Trabajando juntos, Bernstein de colmillo largo y retorcido, apuesta por todos los medios disponibles por antiéticos y manipuladores que puedan ser, con tal de llegar a las respuestas, mientras que un relativamente nuevo en el negocio Wooward, se maneja decentemente y con límites bien establecidos respecto a la obtención de la verdad. Ambos representan dos polos de la investigación y si bien ambos llegan a los mismos resultados, se presenta el dilema sobre el fin como justificante de los medios. Es probable que sin utilizar métodos antiéticos, los reporteros del Washington Post no hubieran llegado hasta la figura del presidente y la historia no se hubiera escrito como lo está ahora, pero a nadie le importa eso en realidad... comparado con la magnitud del boicot hacia los demócratas por parte de Nixon, las formas de llegar a la verdad no significan nada, ¿justifica el fin los medios usados?

Cuando nos encontramos con asuntos delicados que podrían tener repercusiones inmensas e inusitadas ¿es deber del periodista publicarlos? me pregunto si en algún momento durante su investigación, Bob y Carl llegarón a preguntarse sobre las consecuencias de la causa por la cual lucharon hasta el final y si serían capaces de llevar ese peso. No sólo ellos ganaron sino todo un país que necesitaba saber lo que su gobierno maniobraba tras bambalinas, pero ¿que pasa cuando nuestra apuesta es fallida y tenemos que cargar con esa responsabilidad?

Lo que por muchos románticos no es más que amor por la profesión, para otros es una locura descabellada, el arriesgar la propia vida por la meta a alcanzar se convierte en un dilema cada vez más frecuente dentro del medio periodístico, especialmente cuando se investigan asuntos de corte político que seguramente incomodarán a personajes poderosos del exclusivo círculo de poder, personajes que juegan a ser Dios mientras mueven sus manos y dictan el futuro la vida de un periodista que ha llegado "demasiado lejos", ¿en que punto la perseverancia se transtorna hasta la obsesión? ¿acaso verlo desde otro punto de vista significa apatía y falta de convicción en nuestras creencias? ¿la verdad siempre tiene que salir a la luz? ¿son del todo positivas las repercuciones que pueda tener un reportaje delicado?, la línea divisoria se torna difusa e imperceptible y no existen respuestas concluyentes, y no las habrá hasta que nos lleguemos a encontrar en una encrucijada que nos exiga una decisión. Dos reporteros de un diario de Washington apostaron y cambiaron la historia.

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