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El TELETÓN eres tú, tú, tú.

(Fragmento)

Es imposible no percibir esa sensación de altruismo basada en la publicidad desgarradora que nos bombardea cada víspera de diciembre, ya sea mientras pagamos el súper, retiramos dinero de un cajero automático o simplemente nos embobamos con la telenovela de las 9. Y es que el TELETÓN, TELETÓN eres tú, tú tú.

Contemplar los rostros de aquellos niños a los que la desgracia los ha marcado desde el nacimiento sin duda que es doloroso, más todavía cuando nos regalan la más esperanzadora de las sonrisas, mientras millones de individuos sanos se azotan contra el piso por caprichos y nimiedades. Más que conmovedor, es aleccionador.

Es obvio que como seres humanos nuestra respuesta sea como mínimo empática hacia situaciones como las presentadas por las campañas de responsabilidad social, es normal, es natural, y nos alienta a aportar nuestro granito de arena para el bien de la sociedad, el cual debe ser aportado monetariamente y sin recelo al mayor número causas de beneficencia posibles; toda conducta indiferente ante las problemáticas sociales difundidas en los medios sólo podría representar la decadencia de una sociedad enfocada en el cuidado exclusivo del yo ¿o no?

¿Qué tan fuerte es nuestro deseo de ayudar cuando lo contrastamos con las facilidades inmensas que se nos presentan para donar? Todo al alcance de un botón aligera en sobremanera la fuerte responsabilidad de ser buenos ciudadanos, llegando a desvalorizar el verdadero sentido de la solidaridad, cómo si al presionar un botón todas nuestras culpas y sentimientos de compromiso social fueran lavados por arte de magia, porque hemos aportado ya y eso nos vuelve ciudadanos modelos, ¿realmente es así? ¿podemos hacer lo mismo por el niño que parado encima de su compañero de similar edad hace malabares con dos limones mientras el calor del día quema su rostro pintarrajeado?

El niño del semáforo también tiene sufre y malvive cómo los niños que vemos en televisión, pero los medios han priorizado a sus pequeños por encima de los que vemos en las calles y las esquinas, cómo si sólo donando para sus publicitadas causas podremos hacer una diferencia real, verdadera, e incluso se desprestigia a los primeros, alegando mafias infantiles y delincuencia, creando un sentimiento de recelo y desconfianza hacia estos, cómo si necesitaran más marginación.

No pretendo minimizar el sufrimiento de los beneficiados por diversas campañas altruistas, sino tratar de otorgar un mayor equilibrio a un panorama que luce desbalanceado a favor de las todopoderosas campañas mediáticas, las cuales no pueden permitir que sus intereses, crecientes año con año, se vean afectados por la apatía y la situaciones económica cada vez más fregada, para lo cual la manipulación del dolor siempre será un recurso eficiente para llegar a las masas, tocarlas y elevar en ellas el espíritu humano del ¡sí se puede!, espíritu alimentado en la pura emotividad, pasajera, vacía y complaciente, espíritu que se desvanece con el sol del día siguiente (si es que llega hasta entonces).

¿Acaso tenemos que esperar cada año para sentir que aportamos en algo?

¿Qué tan engañosa puede ser nuestra sensación de compromiso social?

¿Nuestra forma de ayudar sólo se reduce a cuestiones monetarias?

¿Cuál es el verdadero significado de ayudar?

¿Sólo los necesitados de la tele merecen nuestra atención?

Tal vez sería bueno hacerse algunas cuestiones al respecto, porque a fin de cuentas, el TELETÓN, TELETÓN eres tú, tú, tú… y hasta yo también.

1 Comment:

  1. Zaraí said...
    "el corazón del teletón eres tú, tú, tú" y qué decir de "Lucerito" ay la muchachita con su bella sonrisa que hace convencer a cuál más televidente...

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